La creciente dependencia de la inteligencia artificial en el hogar sugiere que algunas experiencias humanas podrían empezar a perder su importancia fundamental al permitir que la tecnología sustituya la interacción, la toma de decisiones o el apoyo emocional, frente a estas circunstancias podemos poner en peligro la calidad de nuestras relaciones familiares y sociales. No es la inteligencia artificial la que nos quita lo humano, sino la manera en que las personas la emplean de manera automática y sin pensar. La conveniencia que brinda no debe reemplazar las conexiones humanas, ni el desarrollo de la empatía o la responsabilidad conjunta. Es fundamental integrarla de manera equilibrada para que continúe siendo una herramienta útil y no un substituto. En este sentido, la tecnología debe servir a la humanidad y no dominarla.