En una economía de mercado, las decisiones de las familias y las empresas están estrechamente relacionadas y se coordinan a través de los mercados de bienes y factores de producción. Las familias deciden qué consumir y qué factores ofrecer, mientras que las empresas deciden qué producir y qué recursos demandar. Esta interacción, guiada por los precios, la competencia y el interés propio, permite que los recursos se asignen de forma eficiente. Así, sin necesidad de una planificación central, el mercado logra equilibrar la oferta y la demanda, orientando la producción hacia lo que realmente necesita y valora la sociedad.