¿PODEMOS CONFIAR EN NUESTROS SENTIDOS COMO FUENTE DE CONOCIEMTO O TODO LO QUE CONOCEMOS ES UNA INTERPRETACÓN CONSTRUIDA POR LA MENTE?
En respuesta a YOMAYRA ARACELY QUISHPE SIMBAñA
Re: FILOSOFIA DEL CONOCIMIENTO
El conocimiento que tenemos del mundo proviene, en gran medida, de nuestros sentidos, pero diversos filósofos han cuestionado si realmente podemos confiar en ellos. Desde el escepticismo, autores como Descartes señalaron que los sentidos nos engañan con frecuencia y, por lo tanto, no son una base sólida para el conocimiento. Por ejemplo, a veces creemos haber escuchado nuestro nombre cuando nadie nos llamó, o sentimos vibrar el celular cuando en realidad no lo ha hecho. Estos errores muestran que nuestros sentidos pueden confundirnos, lo cual justifica una primera duda razonable sobre su fiabilidad.
Sin embargo, aunque es cierto que nuestras percepciones pueden fallar, negar por completo la posibilidad de conocer sería, como argumentan quienes refutan el escepticismo radical de Gorgias, caer en una contradicción. La afirmación "nada se puede conocer" ya advierte que se conoce algo. Además, en la vida cotidiana hay situaciones en las que no cabe duda razonable. Por ejemplo, si al lanzar una pelota contra una ventana escucho el vidrio romperse y veo los pedazos en el suelo, no necesito mayor prueba para estar seguro de lo que ocurrió. Esto demuestra que, aunque los sentidos pueden equivocarse, también pueden darnos conocimientos ciertos cuando se confirman con la experiencia y el uso de la razón.
Al mismo tiempo, el debate entre idealismo y realismo ofrece otra mirada sobre el conocimiento. Filósofos como Hume y Kant sostienen que lo que conocemos no es el mundo tal como es en sí, sino una interpretación que construimos mentalmente. Las leyes, las categorías, incluso cosas como el tiempo o el color, no existirían en los objetos de forma objetiva, sino que serían producto de nuestras estructuras mentales. Por ejemplo, la percepción de un sabor "picante" no está en el alimento mismo, sino en cómo reacciona nuestro cuerpo a ciertos químicos. En cambio, los realistas defienden que sí existe una realidad externa que podemos conocer, aunque no siempre directamente. Percibimos la realidad a través de sus efectos sobre nosotros, y no todo lo que pensamos lo inventamos: si sentimos dolor al tocar algo caliente, no se trata de una ilusión mental, sino de una respuesta a un hecho físico.
Por ende, el conocimiento no depende únicamente de lo que percibimos, ni es una creación absoluta de la mente. Es una interacción entre ambas cosas, captamos el mundo mediante los sentidos, pero lo interpretamos según nuestras estructuras mentales. Podemos afirmar, entonces, que los sentidos son una fuente válida de conocimiento, aunque no infalible. El conocimiento se vuelve más confiable cuando se apoya también en la razón, la verificación y la posibilidad de comunicarlo. Así, aunque es cierto que conocemos poco y con límites, como reconocen algunos autores realistas, ese poco puede ser suficiente para afirmar que sí podemos conocer algo con certeza.
Sin embargo, aunque es cierto que nuestras percepciones pueden fallar, negar por completo la posibilidad de conocer sería, como argumentan quienes refutan el escepticismo radical de Gorgias, caer en una contradicción. La afirmación "nada se puede conocer" ya advierte que se conoce algo. Además, en la vida cotidiana hay situaciones en las que no cabe duda razonable. Por ejemplo, si al lanzar una pelota contra una ventana escucho el vidrio romperse y veo los pedazos en el suelo, no necesito mayor prueba para estar seguro de lo que ocurrió. Esto demuestra que, aunque los sentidos pueden equivocarse, también pueden darnos conocimientos ciertos cuando se confirman con la experiencia y el uso de la razón.
Al mismo tiempo, el debate entre idealismo y realismo ofrece otra mirada sobre el conocimiento. Filósofos como Hume y Kant sostienen que lo que conocemos no es el mundo tal como es en sí, sino una interpretación que construimos mentalmente. Las leyes, las categorías, incluso cosas como el tiempo o el color, no existirían en los objetos de forma objetiva, sino que serían producto de nuestras estructuras mentales. Por ejemplo, la percepción de un sabor "picante" no está en el alimento mismo, sino en cómo reacciona nuestro cuerpo a ciertos químicos. En cambio, los realistas defienden que sí existe una realidad externa que podemos conocer, aunque no siempre directamente. Percibimos la realidad a través de sus efectos sobre nosotros, y no todo lo que pensamos lo inventamos: si sentimos dolor al tocar algo caliente, no se trata de una ilusión mental, sino de una respuesta a un hecho físico.
Por ende, el conocimiento no depende únicamente de lo que percibimos, ni es una creación absoluta de la mente. Es una interacción entre ambas cosas, captamos el mundo mediante los sentidos, pero lo interpretamos según nuestras estructuras mentales. Podemos afirmar, entonces, que los sentidos son una fuente válida de conocimiento, aunque no infalible. El conocimiento se vuelve más confiable cuando se apoya también en la razón, la verificación y la posibilidad de comunicarlo. Así, aunque es cierto que conocemos poco y con límites, como reconocen algunos autores realistas, ese poco puede ser suficiente para afirmar que sí podemos conocer algo con certeza.