Judith Butler, al sostener que el conocimiento está atravesado por estructuras de poder, introduce una crítica radical a las nociones clásicas de verdad y objetividad. Desde una perspectiva epistemológica, esta afirmación desestabiliza la idea de que el saber refleja una realidad objetiva, y propone, en cambio, que las "verdades" son construcciones históricas determinadas por relaciones de poder que configuran lo que puede decirse, conocerse y legitimarse.
En el plano ético, esta postura conlleva una exigencia crítica hacia quienes producen, enseñan o difunden conocimiento. Butler nos insta a visibilizar las narrativas silenciadas, desmantelar los discursos hegemónicos y asumir el conocimiento como una práctica situada y comprometida. Así, la ética del saber debe orientarse hacia la inclusión, la equidad epistémica y la transformación social, reconociendo que toda producción de conocimiento es también un acto político.
En el plano ético, esta postura conlleva una exigencia crítica hacia quienes producen, enseñan o difunden conocimiento. Butler nos insta a visibilizar las narrativas silenciadas, desmantelar los discursos hegemónicos y asumir el conocimiento como una práctica situada y comprometida. Así, la ética del saber debe orientarse hacia la inclusión, la equidad epistémica y la transformación social, reconociendo que toda producción de conocimiento es también un acto político.